Fantasy
all age range
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
El mago Valtasar, consumido por la furia tras su derrota ante el astuto Merlín, buscaba desesperadamente una criatura que inclinara la balanza a su favor.
En su grimorio polvoriento, encontró un capítulo dedicado a las esfinges, criaturas de poder y enigma.
Con su bola de cristal, escudriñó el mundo, buscando una esfinge digna de su colección. Descubrió dos: una en San Lorenzo, la llamada Sphinx, y otra, Callista, en un bosque lejano.
Tras una cuidadosa evaluación, Valtasar se decidió por Sphinx, intrigado por su posición como guardiana en San Lorenzo.
Se teletransportó a la entrada de la ciudad, donde Sphinx, imponente, custodiaba el camino.
“Si deseas entrar a San Lorenzo,” resonó la voz de Sphinx, “debes responder a mi acertijo.”
Valtasar, sin rodeos, reveló su verdadera intención: no deseaba entrar a San Lorenzo.
La mirada felina de Sphinx se agudizó. “¿Entonces, a qué has venido?”
En un instante, Valtasar conjuró un hechizo. Un rayo de energía golpeó a Sphinx, transformándola en una estatua dorada del tamaño de una pieza de ajedrez.
Valtasar observó la estatua con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Oro. No esperaba una pieza tan valiosa, pero no iba a quejarse.
Incapaz de moverse, hablar o pensar, la esfinge fue llevada a la guarida de Valtasar, uniéndose a su colección.
Días antes del esperado enfrentamiento con Merlín, Valtasar ajustó la posición y expresión de la esfinge, dándole un aire más estratégico, más acorde con su rol en el tablero.
Llegó el día del torneo de ajedrez mágico. Merlín, con su habitual arrogancia, se sentó frente a Valtasar.
La partida comenzó. Valtasar, siguiendo su plan, desplegó sus piezas, guiándolas con comandos mágicos. La esfinge resultó ser una jugada maestra.
Valtasar ganó siete de diez partidas. La esfinge, ahora, era su pieza favorita.
En la soledad de su guarida, Valtasar contempló la pequeña esfinge dorada. Una idea, impensable hasta ahora, floreció en su mente: darle vida.
El temor a que recordara su humillación lo frenó. Primero, usaría un hechizo de olvido.
Lanzó el hechizo. Los recuerdos de Sphinx se desvanecieron, borrando su identidad y su vida anterior.
Luego, pronunció las palabras de animación. La esfinge dorada cobró vida, aún en su miniatura, pero capaz de moverse y sentir.
“¿Quién soy?” preguntó Sphinx, su voz apenas un susurro.
Valtasar inventó una historia: él la había creado, infundiéndole vida a una estatuilla inerte.
Durante una hora, según le dijo Valtasar (una mentira para controlar su temor), conversaron. Sphinx parecía fascinada con su existencia.
Cuando la hora expiró, Sphinx volvió a ser una estatua inmóvil, pero ahora consciente. Observaba, oía, pero no podía interactuar.
Disfrutaba de las batallas de ajedrez, aunque solo se moviera y atacara por orden de su amo.
Antes de cada sesión de 'animación', Valtasar, dominado por una lascivia repentina, tocaba las partes íntimas de la esfinge, recompensándola con orgasmos por cada victoria pasada.
Cuando le devolvía la vida temporalmente, Sphinx le pedía repetir esas sensaciones placenteras.
Los meses pasaron. Sphinx, atrapada en su limbo dorado, seguía ignorando la verdad. Valtasar planeaba llevarla a torneos de ajedrez más grandes.
sphinx sintio que era parte importante y le encantaba participar en las partidas quien soy | donde estoy | porque todo es tan grande
El mundo del ajedrez mágico se expandía ante ella mientras ayudaba a valtasar a Ganar.